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Taller Literario de Salinas

ROMPIENDO BARRERAS

 Tas aquella primera vez, llegó una segunda, una tercera, una cuarta… y poco apoco, tras aquella primera sana experiencia, se fue instalando en ti el carnal demonio del deseo, de modo que finalmente decidiste que la distancia física que existía entre aquel cristal de las dos ventanas y el boulevard que transcurría en medio, era una barrera física que estabas dispuesto a franquear.

Aquella ventana que,  salvo una fuente de luz, nunca había supuesto mucho más, se convirtió de pronto en tu punto estratégico, desde donde comenzar una serie de controles que te permitieran comenzar a trazar un plan, un plan que estaba gestándose lentamente y en el que en más de una ocasión habías dejado volar tú imaginación.

No era muy difícil adivinarla en su casa, conocías perfectamente aquellas duchas llenas de vapor, los masajes hidratantes frente al espejo, el perfume detrás de cada lóbulo de sus orejas, e incluso pequeños momentos de placer. Entonces sonaba el timbre y salía a recibirte descalza, con una amplia camiseta de manga larga que le llegaba casi a medio muslo y tras la cual adivinabas aquel cuerpo que tan bien conocías. Aquellos senos firmes, con los pezones que parecían querer perforar el tejido, las curvas de las caderas y sus nalgas un tanto respingonas sobre las que parecía acariciarla, más que posarse la camiseta. Su cara parecía resplandecer al verte, enmarcada en aquellos mechones de pelo castaño, lacio y brillante que caían por los lados de su cara…

Si todo lo tenías  bien calculado, a aquella hora debería de salir a la calle, de modo que te apostaste dos portales más arriba, aguardando el ansiado momento en que podrías seguir sus movimientos, empezar a conocer algo más que su cuerpo. Además y por primera vez, en unos instantes ibas a poder oler aquellas cremas y aquel perfume que tantas veces habías visto aplicar, mientras descendieras por la boca de metro y luego mezclado entre la gente muy cerca de ella en el vagón…

Una vez mas la imaginación y la ansiedad unidas, te jugaron una mala pasada, y el rubor, al imaginar que podría  notar tú presencia, estuvo a punto de disuadirte, pero como iba ella a saber de ti. Tú conocías cada milímetro de aquel cuerpo que los cristales te permitían contemplar, pero ella era totalmente ignorante de tu mirada, ¿Cómo iba entonces a notar tu presencia, a percibir tu deseo?

La reacción que tuviste al verla salir a la calle, hizo que de nuevo tu corazón se desbocase. Aceleraste el paso para llegar casi cuando ella a la boca del metro, querías percibir su olor mientras descendíais hacia los andenes, no te importaba hacia donde se dirigía, ya lo tenías todo calculado para poder disponer de todo el día si hiciese falta.

No podía haberte salido mejor, aunque te lo propusieras; aquella unidad venía repleta de gente, de modo que te pegaste a ella y la osadía te llevó incluso a impulsarla con tu pecho al subir a aquel vagón. No se inmutó, era algo normal, luego allí, pegado materialmente a ella, sentiste las fragancias que tantas veces habías imaginado junto con su propio olor. Sentiste deseos de pegarte más a ella, como si eso fuese posible, cuando ya estabas tan cerca que notabas sus onduladas caderas presionando las tuyas.

Tenías la sensación de que estabais los dos solos en medio de aquella marea humana, y fue en ese instante ausente cuando se giró. Su pezón cruzó tu torso, y sentiste  como si una daga ardiente te abriese  de derecha a izquierda el pecho. Entonces se quedó mirándote, no habría más de treinta centímetros de separación entre vuestras caras, percibías su aliento fresco, como de colutorio, mezclado con el perfume que su barra de labios había dejado impreso sobre ellos, sonrió y dijo:

-      Tenía ganas de conocerte

Sentiste como si de repente el suelo del vagón se abriese y tu cuerpo rodase destrozado entre las ruedas y los raíles y de tu boca salió un << ¿me conoces?>> con un tono de voz que incluso a ti mismo te sonó infantil e irreconocible.

-      Por supuesto, tú vives en el piso noveno, frente a mi edificio. Te hacía más joven, pensé incluso que podría estar escandalizando a un adolescente al seguir tú juego, pero veo que me equivocaba.

No era posible lo que te estaba pasando, estabas convencido de que tu juego era el anonimato y ahora era ella la que jugaba contigo.

-      No se las veces que me habrías visto antes, porque nunca cierro mi persiana, pero un día me di cuenta de que alguien me miraba desde una ventana de enfrente, a través del espejo vi como se iluminaba tenuemente una ventana frente a la mía, me pareció como si hubiesen abierto una puerta y la tenue luz que se coló fue suficiente para ver a alguien que hacía un extraño e instintivo movimiento de ocultación. Luego solo fue cuestión de poner más atención. Y hoy te vi mientras esperabas a que saliese, esperaba que no tardarías mucho en dar este paso.

Realmente te sentías como el cazador cazado.

-      Bueno, yo me bajo en la próxima, tú puedes volverte y si quieres a las ocho cuando vuelva me puedes esperar. Podemos subir a mi casa y tomar unas cervezas, así la veras sin la separación del ancho del boulevard y sin cristales. Bueno a la casa y a mi también.

 

                                                              

 

                                                               Sandex, 15 de Enero de 2011

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