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Taller Literario de Salinas

 

 

LA BODEGA

 

Es el final de la calle,  detengo el coche y paro el motor. Viejas paredes de adobe soportan el calor abrasador del mediodía, viejos muros resecos y arrugados. Como lo son esos morenos rostros que camuflados en alguna endidura me examinan con ancestral desconfianza.

Nada mas abrir la puerta del vehículo, una ola de aire hirviendo inunda el habitáculo, ansioso por devorar la frescura artificial  que ofrece el aire acondicionado, y de paso también a mí.

Son las tres de la tarde, y eso en pleno mes de Agosto, aquí en la Meseta castellana significa siesta. No se ve un alma por los alrededores, ni un perro, ni un pájaro.

De lejos llega el sonido de una persiana que al desplegarse dará sombra a alguna alcoba.

Estoy frente a la última casa del pueblo. Golpeo la puerta con los nudillos, pues no hay timbre. No hay respuesta. El calor es insoportable y ya estoy sudando. Vuelvo a llamar, con mas fuerza esta vez. El sol me aplasta contra el suelo. Solo se oyen chicharras cantando a lo lejos, y un puñado de moscas zumbando sobre los restos de un gato muerto, que desde debajo de un achatarrado tractor, ofrecen su aroma de verano.

Cuando ya me voy a ir, una mujer se asoma al balcón en el piso superior. Su aspecto indica que la he despertado.

¿Qué deseas joven? Me pregunta esta madura lugareña que aparenta cuarenta y tantos años. Cubre su cuerpo con una ligera bata, apenas abrochada con un par de botones.

Buenas tardes, perdone que la moleste. Me dijeron en el bar de la carretera que aquí podría comprar un poco de vino, pues parece ser que tienen ustedes bodega…

. Es cierto, me contesta mientras trata de cubrirse un poco, pero abrimos a las seis, tendrás que venir mas tarde. Además hoy no está mi marido, pues ha ido a la capital.

Mas tarde imposible, lo siento señora, pero voy de paso y no puedo detenerme mucho tiempo.

 Mientras examina mi aspecto valora la situación.

Espera un momento, que ahora bajo, dice de mala gana.

Si no me pongo pronto a la sombra me voy a deshidratar.

La puerta se abre y me invita a pasar. Ya dentro observo un patio que parece un vergel, con muchas plantas y una fuente que refresca todo el lugar. Ramos tendidos de orégano y tomillo aromatizan agradablemente el lugar. De cerca, esta mujer me parece muy hermosa, atractiva a pesar de notarse en su aspecto un ligero abandono de la coquetería femenina .

¿Puedo beber agua del botijo? Le pregunto.

Claro por supuesto. Mientras bebo me analiza de arriba abajo. A mis treinta años, moreno, alto y de buen ver, según mis amigas, supongo que no le disgusto. Además me doy cuenta de que se fija en una dilatación natural que mi vaquero, de las perneras cortadas, no puede disimular.

Al mismo tiempo, yo la observo como posible pareja para un escarceo. Sus pechos, generosos, se ven turgentes a pesar de la ausencia de sujetador, incluso las mágicas esquinas de esos senos, se hacen notar, y a duras penas, logran permanecer ocultas.

Me indica una puerta,- es por aquí-. Me entrega una linterna. Debes alumbrar la escalera, solo funcionan un par de bombillas de cuarenta vatios y apenas se ve. Espera que cogeré una jarra, nos hará falta.

Yo he bajado varios escalones, me detengo para esperarla, y al volverme hacia la entrada, veo su cuerpo que en contraste con la luminosidad exterior muestra una silueta perfecta, apenas disimulada por las transparencias de la bata.

Me noto muy excitado, y el instinto comienza a despertarse.

Una vez abajo la fresca temperatura suaviza la transpiración de los cuerpos. Aquí, huele a tierra húmeda y a vino. En medio de la penumbra se adivinan grandes depósitos rebosantes de distintos vinos.

Debo subir por la escalera,- me dice- para ver cual es el clarete que quieres, Es mi marido el que lleva esto y no tengo ni idea.

 Todo está muy oscuro y es estrecho, tan estrecho, que cuando ella tiene que adelantarme, no podemos evitar rozarnos de frente, apretadamente pues el angosto pasillo tendrá cuarenta ó cincuenta centímetros de anchura. Ella ralentiza el momento hasta cinco ó seis segundos, y permanecemos pegados, agradablemente pegados, mientras estudia el terreno para empezar a subir. Ninguno demostramos darnos cuenta.

Yo ya estoy a cien. La vinotera comienza a subir por la endeble escalera, que además de vieja, está mal asentada y no ofrece seguridad.

Evito dirigir la luz hacia arriba, si lo hago se lo veré todo, me parece muy descarado.

Alumbra, que no veo nada, me manda, y donde manda patrón… yo tan obediente.

La visión es de película, sueño de púber. Deseo subir y meter la cabeza por debajo de la tela, pero me da vergüenza.

Entonces me dice: sujétame por las piernas, pues tengo que hacer maravillas aquí con la jarra. La sujeto por los tobillos. Más arriba, dice, me voy a caer. La agarro por detrás de las rodillas. Por los muslos , hombre sube más que me tienes que coger la jarra…

Subo mas  escalones. Desde atrás la abarco con un brazo a la altura de los espléndidos muslos, quedando cerca de mi cara su perfecto y respingón trasero.

Siento deseo de tocarla, de manosearla, pero tenemos que bajar. La comprobación está hecha, y encima ha acertado a la primera, ¡qué mala suerte!

Según realizamos el trasiego, se repiten oscuras estrecheces y algunos esporádicos roces que ponen ambos cuerpos muy calientes a pesar de la temperatura fresca de la bodega.

Como un mirón ya descontrolado manejo la linterna con lascivia, y no solo alumbro el embudo, ya que ella, agachada, me ofrece una perspectiva de sus partes, que para mí, se deja mirar intencionadamente..

Subimos de nuevo a la superficie  con dos garrafones de cinco litros.

 Otra bofetada de calor.

¿Te gustan las rosquillas? Me pregunta ahora con cara amable.

Son típicas del pueblo.

Si me gustan mucho,  ¿A como son?

Bueno, antes tienes que probarlas, estas son caseras. Ven conmigo, que las tengo en el piso de arriba.

 

cemogo

7 comentarios

Xeres -

Me gusta. Fresco y natural y el final de las rosquillas caseras es auténtico...

mogox -

...soy un truan, soy un señoooooor.....

Anónimo -

... y las mujeres

no se quien soy -

Curioso. Todo hombres .Se ve que os gusta el vino.

mogox -

compañeros, no os podeis imaginar como me presta oir vuestros comentarios, muchas gracias

jorgexx -

Sabes una cosa? me gusta tu forma de escribir, en cada trabajo sorprendes porque tienes una forma muy personal, sin artificios, sin copias. Tus textos reflejan esa cotidianidad, esa forma de escribir tuya proboca en mi una sonrisa complice. Enhorabuena, por ser siempre original.

Fons -

Muy bueno ¡Yo tambien quiero un trago de ese clarete!