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Taller Literario de Salinas

Cuando el viento cesa...

 

Son las cuatro de la mañana y en la noche sin estrellas el pequeño palacete de piedra gris, con las puertas y las ventanas blancas, emerge entre una niebla baja y densa que sale de la tierra húmeda. El viento que serpentea entre los cuidados setos del jardín francés que la rodea, mueve las flores rosa de las azaleas y hace entrechocar las diminutas piedras del sendero de gravilla que lleva hasta la puerta principal. En la explanada circular situada delante de esta puerta, una pequeña fuente que remata en un dorado pez, de cuya boca abierta en forma de O sale un surtidor de agua. En la casa, las luces apagadas. El viento que mueve las cortinas, sube por las escaleras hasta llegar a la habitación y se cuela por debajo de la puerta. Una pareja reposa en la cama con dosel cerrada por unas vaporosas cortinas blancas. La cabellera cobriza de la mujer, que duerme de lado, se esparce sobre la almohada y uno de sus brazos, blanco y torneado, descansa sobre su cadera. El hombre yace boca arriba y su torso desnudo se mueve pausadamente al ritmo de su respiración. De repente, el viento cesa. Las flores de las azaleas cuelgan marchitas entre las frondas verdes, un olor dulzón y pegajoso de hojas pudriéndose en una ciénaga llena el ambiente y de la boca en forma de O del pez dorado de la fuente deja de salir el agua. Un cerco verde y negro de moho cubre las escaleras de la entrada principal del palacete. En su interior una atmósfera viscosa y densa lo impregna todo. Las cortinas de las ventanas cuelgan pesadas y herméticas. En el enorme espejo del aparador de la entrada un reflejo negro y al fondo una débil luz parpadeante. Las sombras negras de los muebles se hacen más largas. En el silencio resuena el eco arrastrado de unas escaleras quejumbrosas y al llegar al descansillo, en la oscuridad de la ventana sólo una débil luz. Los ruidos, amplificados por la calma, se suceden. El chirrido del pasamanos…, el crujido rítmico de los escalones…, el siseo de una tela contra la pared…, un rozar inevitable en la madera del pasillo... Al llegar a la habitación, aunque no hay viento, la puerta se abre como empujada por un golpe de aire y choca con estrépito contra la pared… El hombre, pálido y sudoroso, está sentado en la cama. Sus ojos, extraña y desmesuradamente abiertos, miran al fondo de la estancia y sus brazos temblorosos comienzan a elevarse para luego rodear su cuerpo en un vano intento de protegerlo. La mujer, también sentada en la cama y con un grito mudo en su boca abierta, tiene los brazos cruzados sobre el pecho y sus uñas, que permanecen clavadas en los hombros, van dejando caer un hilillo de sangre por su piel marmórea. Al fondo de la habitación y reflejándose en la ventana sin cortinas sólo una luz parpadeante…

Xeres

2 comentarios

no se quien soy -

Intriga y suspense conseguido.

Bordex. -

Creo que esto tiene que seguir !no puedes dejarnos con este suspense!