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Taller Literario de Salinas

Para F. de D.

Para F. de D.

 

F era un pintor de primera  pero no le gustaba que ella se lo dijera:

--No, no soy ningún artista pero me gusta aprender de los que sí lo fueron de verdad.

Por eso,  a la vuelta de cada  exposición  F solía enfrascarse en la reproducción de una de las obras que más le había impresionado.

Uno de los cuadros que a D le gustaba particularmente, y que F había copiado con auténtica maestría,  era el de una mujer sentada de espaldas; colocado en la pared frente a su cama era lo primero que D veía cada nuevo día al abrir los ojos. Se sabía ya de memoria esa nuca de piel muy blanca, el pelo recogido en un moño del que escapaba unos mechones, la blusa de tela de algodón grueso, el frutero de loza blanca encima de una mesa, y la pared de un color indefinido que servía de fondo a la escena; una escena donde, aparentemente, no pasa nada… inmovilidad total, cierta languidez en la postura de la mujer, y una extensa paleta de tonos grises  para un momento de profunda soledad y de silencio.

 Muchas mañanas, tumbada en la penumbra de su dormitorio, D se preguntaba, una y otra vez, cómo sería la cara de la mujer del lienzo; pero un día, estando aún al borde de la estrecha línea que separa el estar despierta del estar dormida,  D recordó con una intensidad inusual uno de los sueños que habían animado su noche.

En el sueño D terminaba de arreglarse para salir, cuando había visto cómo la mujer del cuadro se daba la vuelta para decirle con voz cansina:

--Abre la ventana de par en par,  que pueda oler la primavera.

Recordaba ahora con toda nitidez esa cara que tantas veces había intentando imaginar y le molestaba que, en su sueño, no fuera ni tan guapa, ni tan expresiva como a ella le gustaba creer.  A lo largo de todo el día aquel rostro corriente la fue siguiendo, y al llegar la noche se sentó frente al ordenador dispuesta a encontrar algún dato sobre la mujer que había servido de modelo a  Hammershoi , el autor del cuadro. Comprobó entonces que su nombre aparecía entre las noticias del día:

 

Gran hallazgo: un cuadro hasta ahora desconocido del  pintor danés Hammershoi, encontrado en un antiguo almacén.

 

Intrigada D amplió la noticia:

 

Por primera vez Ida Ilsted, la esposa del pintor, la mujer que siempre hizo de modelo en sus cuadros, sale de frente y….

 

En un lateral de la pantalla se podía contemplar el cuadro hallado; D interrumpió de inmediato su lectura y quedó perpleja frente al retrato de la mujer… Ida era idéntica a la mujer de su sueño: los mismos ojos, la misma boca, nariz, frente…

 –Es increíble, repetía D una y otra vez, increíble.

 Intentando admitir lo incomprensible D se fue tranquilizando, pero volvió entonces a sentir la misma decepción que al despertar de su sueño… una cara demasiado anodina  para una nuca tan sugerente.

D  contó a F lo que había pasado, su asombro  pero también  su desencanto.

--Es asombroso, sí, pero no entiendo tu decepción… lo que te planteabas al mirar aquella mujer  no pasaba de ser un detalle demasiado anodino para un cuadro tan fascinante, le dijo F.

 Ahora, cada mañana al abrir los ojos,  D  contempla a Ida sentada de espaldas y se pregunta una y otra vez:

--¿En qué pensabas Ida?... y se levanta a abrirle la ventana. 

                                                                                                                        Dominique

5 comentarios

Xeres -

Me gusta toda la historia, el tema,lo que subyace en él, como lo cuentas y por supuesto, el final.

Distrax -

Me ha gustado por lo original,además de la profundidad implícita.

Malalax -

Me gusto mucho y creo que a veces en los sueños se nos revelan ciertas cosas.

Bulldox -

Me impresiona siempre la capacidad que tienes para inventarte los relatos y lo bien que logras finalizarlos.
y se levanta a abrirle la ventana...

bordex -

Precioso...