PARA MICHEL(con todo mi cariño)
En mi pueblo, como en la mayoría de los pueblos, había un tonto y ese era mi primo Michel. Nacido unos días antes que yo, era como si hubiese gastado todas sus energías en crecer a lo alto y a lo ancho; no quedó para más, y en aquel cuerpo de adulto prematuro su cara se debatía entre la perplejidad y la euforia. Cuando a los siete años empecé a sentir vergüenza por ir en una bicicleta con ruedecillas, acudí a él para que me sujetara en mis primeros intentos con una de mayor. Durante más de una semana se nos vio y se nos oyó por todo el pueblo, yo, pegando gritos y él detrás tartamudeándome a pleno pulmón sus recomendaciones.
--¡ Bi- bien, bien, mi-mira la rue-la rueda, so- sólo la rueda!
Su técnica no era la mejor pero su paciencia infinita. En aquella época tuve las rodillas como dos farolillos y en más de una ocasión nos la tuvimos que ver con el guardia que solía estar en el cruce de la calle Mayor con el paseo del río.
--Si seguís en este plan os voy a tener que confiscar la bici, nos dijo muy serio, mientras el conductor al que habíamos hecho dar un frenazo se reponía a duras penas del susto.
-- Y¿ qué pasa con vuestros padres?...añadió el agente furioso.
Entonces mi primo Michel, el gigante cuya cara se debatía siempre entre la perplejidad y la euforia, se plantó en medio del cruce y, con los brazos en jarras, contestó con total fluidez:
--Los “supermanes” no tenemos padres.
El agente furioso y el hombre aún conmocionado se miraron perplejos:
--Pues… dijeron al unísono, y estallaron en carcajadas. Dominique
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