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Taller Literario de Salinas

Muerte en la biblio

Muerte en la biblio

 

    A Carmela casi le da un pasmo cuando observó la escena.      

    Michael, Malala y Alex yacían como si fueran una pequeña familia: ella mirando, soñadora, al horizonte; Michael abrazándola desde atrás, como para que no se escapara, y Alex, a la espalda de este, en posición fetal, como protegiéndose (¿de las salpicaduras?).

    María, se deducía que había redactado el manifiesto (porque aún llevaba puestas las gafas de rafia amarilla) y que no había podido escribir todo lo que habría deseado, porque todavía tenía el boli en la mano.

    Begoña, con la boca semi-abierta en un rictus lector y las gafas de Malala, estaba junto a Alfonso, feliz este, porque la acaparadora, en un acto de postrera generosidad, le había invitado a recitar “al alimón” la pancarta plantada frente a ellos.

    Había alguien acuclillado en una gatera. Supo que era David por el anular inhiesto, que mostraba claramente el rombo tatuado que parecía decir: “mayores de trece”. De vez en cuando de la caja salía una vocecilla que canturreaba: “…mira mi dedo tatuado con ese rombo de mujeeee…”

    A Carmela se le escapó una risilla cómplice.

    Dominique yacía a su lado, en posición supina superior, con un ojo guiñado. Entre las manos enlazadas a modo de difunta, sostenía un pequeño bolso beige, del que asomaba un paquete de cuchillas bien brillantes y afiladas.

    Tere se había negado a participar en lo que había calificado de  patochada literario-criminal, aunque hizo acto de presencia con un platito de croquetas caseras y se rió a mandíbula batiente pasándoselas a los “cadáveres” literalmente por las narices.

    Merce declaró que aún no tenía el cuerpo para más carnicerías y escribió una serie de mails de apoyo, que le inspiró el hecho, y que acabaron convirtiéndose en una novela de éxito: “Mazorca para escritores muertos”.

    Encarna no pudo tomar parte porque había llegado tarde, pero sí tomó unas excelentes fotos para la posteridad, mientras sacudía a Pepe que se dedicó jocoso a hacer cosquillas a los supuestos finados, obligándoles a perder la compostura.

    A Pepa, tanto le espantó la idea, que echó a correr y no paró hasta llegar a Senegal, teniendo que viajar por tierra, mar y aire. Aunque, cuando se enteró de lo de las croquetas, por un instante se arrepintió.

    Carmela, en fin, que por primera vez en su vida literaria se había retrasado (¡manda buevos!), se encontró a sus compañeros de taller en el suelo sobre un gran charco de sangre que manaba de sus venas. Lágrimas cargadas de rabia empezaron  circular por sus mejillas.  Se dejó caer, abatida,  en una silla de la terraza mientras protestaba iracunda: “Nunca os perdonaré que no me hayáis esperado para participar en esto y si alguno se mueve lo re-mato yo”.

    Y leía incrédula: “El TLS llevó a cabo un suicidio coral para protestar por su disolución  estivalera, celebrando con dignidad teatral su funeral literario”.

 

La Vox

5 comentarios

no se quien soy -

muy bueno,espero que el vino también.

dominique -

es que además de elegantex soy peluda!

DISTRAX -

¡Bueníssimo! me reí un rato. Original, a pesar de que sigues adapatando los principios a tu comodidad...

Anónimo -

Es Begoña !muy bien lulu!

Mercedes -

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