Patio interior de una ama de casa
Sentada en la cocina
en una luz jabonosa
de día de colada,
dos montones:
sus pensamientos y ropa sucia;
entre calcetines, bragas, y toallas,
van metiéndose
alguna que otra cavilación
de amargada.
A ritmo de rumiante
la bestia de esmalte blanco
lo engulle todo,
lo regurgita,
y lo vuelve a masticar.
Ahora,
colgados de las cuerdas
de un patio interior,
calcetines, bragas, toallas
y pensamientos
ondean,
avergonzados y celosos,
ante la colada
mucho más blanca
de la vecina.
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Mercedes -