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Taller Literario de Salinas

SER ESTATUA

SER ESTATUA

 

Mi afición por la quietud viene de lejos.

De pequeño jugaba a aguantar sin moverme, sin pestañear. Me asomaba a la ventana y, cuando alguien pasaba, movía una parte de mi cuerpo: levantaba una pierna, un brazo…y así me quedaba hasta que pasaba otra persona. Con el tiempo desarrollé movimientos más sutiles: el meñique de la mano izquierda, el dedo gordo del pie derecho…A mi madre le asustaba mi extrema quietud – niño, muévete, que pareces un muerto viviente – me decía, y me daba una colleja.

Un día vi un reportaje sobre hombres-estatua. Nunca hubiera pensado que se podría ganar dinero de esta forma.

Cuando cumplí los 18 me compré un inter-rail y recorrí muchas ciudades haciendo de estatua. En Ámsterdam me contrataron como maniquí viviente para un escaparate. Los viandantes se paraban perplejos, era tan real…la mayoría tenía que marcharse antes de que me moviera.

A la gente le sorprendía muchísimo que ni siquiera pestañeara y así fue como empezaron a echarme monedas para animarme a moverme.

Hoy, todo ha cambiado.

Hay muchos hombres-estatua, algunos espectaculares en sus disfraces. Han fundado una Asociación de Estatuas Vivientes (AEV), con sus cv., sus carnets identificativos, concursos de estatuas, muestras internacionales…

¡Uff, tanta organización me abruma! Yo voy por libre y sin disfrazar. Así que la gente pasa por delante de mí y ni siquiera me mira. La quietud, en sí misma, ya no llama la atención.

Y es que ser estatua está masificado y en decadencia.

 

La Vox

 

1 comentario

Anónimo -

me parece ver a aquel niño asomado a la ventana jugando a no pestañear... arranque genial porque muy evocador de momentos únicos de cualquier infancia... ahora que lo pienso, creo que este niño no me es extraño, estuve asomada a una ventana junto a él.