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Taller Literario de Salinas

El aire caliente

El aire caliente

 

Fue el aire caliente, se lo juro señor Juez. Si no fuera por el aire caliente no hubiera sucedido nada. Pero es que siempre es igual. Es algo que me sucede desde que era niño. Mi hermana, cuando me veía así, se escondía. ¿Sabe? Ya le afectaba a mi padre. Debe de ser algo genético porque a mí me sucedió igual. Y ya con Eva, cuando soplaba ese aire, se me despertaban los malos instintos, esos que no te puedes contener. Luego le pedía perdón y ella siempre me perdonaba. Ese día, cuando llegué, estaba allí sentada con el niño al pecho y cantándole esa nana tonta. “Duérmete niño, duérmete ya, que si no viene el coco y te comerá”. Y el aire caliente y la nana tonta y ella, allí encogida, mirando arrobada al niño, que desde que nació no tenía ojos más que para él.  Y el aire caliente señor Juez, ese aire caliente que te nubla la cabeza. Luego estaba tendida en el suelo y había algo raro, porque tenía la cabeza girada a la derecha y sus ojos miraban hacia la izquierda, como si quisieran salir corriendo. Yo la llamaba pero ella que nada, que no me contestaba. Y el niño, señor Juez, ¿cómo está el niño?

 

Xeres S. Aguirre

 

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