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Taller Literario de Salinas

Su casa

—Hola, ¿Encarna?

Habían pasado muchos años pero la pregunta sobraba; Encarna no había cambiado y me envolvió con su sonrisa de niña sorprendida y su mirada verde.

            —Bueno sí, soy Encarna, aunque bueno… no sé yo si… —me intentó explicar mientras me abrazaba—  ya sabes cómo es eso, a rato lo soy, otras veces no… pero ¡da igual!, ¡pasa mujer!, no te quedes en la puerta.

Encarna hizo ademán de que la siguiera y pasamos a lo que llamó «una especie de cocina».

            —Querrás decir, una cocina —repliqué al ver que me encontraba en una habitación, calco exacto de la imagen mental que tengo yo de una cocina.

            —Sí, tal vez sí, aunque, según el momento del día, me siento en ella como en un salón —me contestó,  buscando mi mirada en un punto exacto a través del cristal de sus gafas.

Luego, pasamos a un salón que se le antojaba a veces jardín, a un dormitorio que tenía mucho, según ella, de despacho… y así, hasta llegar  al desván que llamó « isla» y en el que tenía almacenado un montón de sueños; pero no eran sueños rotos, olvidados, polvorientos, como se suelen encontrar en muchos desvanes, no… eran sueños aún muy vivos que Encarna miró con una mezcla de ternura y resignación.

—Tendría que hacer algo de limpieza en todo esto…

Pero, ya se iba hacia la puerta y me proponía salir al jardín (que sólo a veces era jardín) para tomarnos una sidra.

 Por el ventanal que daba a la cocina, la vi preparar los vasos y algo para «picar»; actuaba como lo hacía cuando buscaba en su libreta de relatos los distintos finales que podía tener una de sus historias, o cuando nerviosa, intentaba recuperar el desenlace de uno de sus cuentos que, por arte de magia, se había atrevido a adelantarse a la introducción.

La casa de Encarna era como su libreta: llena de sorpresas, de cosas que parecían ser, pero que no eran. Si las historias de Encarna nunca habían podido quedar quietas tras las líneas de una libreta, su casa tampoco podía limitarse a ese trozo de mundo que queda retenido entre cuatro paredes y sus tabiques correspondientes.

            Charlamos de todo y de nada, de aquellos talleres de literatura en los que aprendimos a poner palabras a los sueños y, cuando nos quisimos dar cuenta, ya se había hecho de noche.

 Me despedí de mi compañera que me llevó hasta la chimenea.

            —A mí me parece el camino más divertido, salir por la puerta termina siendo muy aburrido.

Y por la chimenea me fui.           Elegantex

8 comentarios

Anónimo -

En realidad un retrato es la casa de una persona y una casa es el retrato de una persona...como este precioso y certero retrato de Tardex.

elegantex -

pues cuenta con ello... pero ¿qué día podría ser?... tal vez un lunes que sea más martes que miércoles... un besín!

Tardex (ya se quien soy). -

Espera que me quite las gafas y me seque las lágrimas;me reí un montón y lloré de risa ,de emoción de alegría... bueno no se de qué.Muchas gracias.Cuando quieras estás invitada,pásate por mi chimenea.

elegantex -

gracias chicas por los comentarios... me alegro de que os haya gustado, yo me lo pase muy bien escribiéndolo.

bordex -

A mí me gusta todo el, refleja a Encarna divinamente ja ja ja...

Xeres -

Original y divertido y además creo que lograste reflejar en la caótica casa la personalidad tan especial de su dueña.

MEGX -


Lo interrumpí antes de tiempo. Me gusta sobre todo el final por la fantasía, porque tiene algo de cuento

MEGX -

Muy bueno y muy adecuado. Me gusta todo, pero especialmente el final