Blogia
Taller Literario de Salinas

CITA INCIERTA

CITA INCIERTA

 

DESCRIPCIÓN ESCENARIO PARA EL PRIMER ACTO

 

          Cuando se abre el telón, el escenario está totalmente oscuro. Se enciende una luz cenital a la izquierda e ilumina un hombre de pie que enciende un cigarrillo; en el proscenio.

Se enciende una segunda luz que ilumina una puerta al fondo del escenario, hacia la derecha, por la que entra una mujer que acciona la llave de la luz. En ese momento se ilumina todo el escenario y entonces podemos ver, en un plano algo adelantado, una mesa de comedor con seis sillas alrededor, todas tapadas con paños blancos. Hacia el fondo  a la izquierda, y sobre una alfombra plegada sobre si misma, dos butacas a ambos lados de una mesita, detrás de la cual se adivina una lámpara de pie, ya que igualmente todo está cubierto por paños blancos. En el proscenio del lateral derecho, otra puerta entreabierta, a través de la cual no se ve nada

 

ESCENA PRIMERA

 

(Irene, tras recorrer con la mirada la estancia, queda finalmente con su atención fija en Javier y con paso lento se acerca hacia él).

Irene.- Tengo que confesarte que, después de haber hablado contigo, me pregunté en más de una ocasión, si aún seguías conservando la llave. Ahora ya veo que sí.

Javier.- Nunca abandonó mi llavero. En más de una ocasión, en esos momentos extraños que a veces tenemos, estuve tentado de volver aquí.

I.- ¿Qué esperabas encontrar?

J.- Tal vez lo que nunca tuve, mejor dicho, lo que nunca tuvimos.

(Irene, se detiene antes de llegar a la altura de Javier, se dirige hacia las butacas y comienza a retirar los paños que las cubre).

I.- En realidad, creo que han tenido que pasar todos estos años, para saber lo que teníamos a nuestro alcance, para saber lo que perdimos…Iba a decir para siempre, pero esa palabra es demasiado inmensa, suena a eternidad y nunca fui capaz de lograr asimilar ese concepto…¡ETERNIDAD!.

J.- Si, tal vez sea una palabra demasiado inmensa como tú dices, pero en ocasiones, cuando los sentimientos se te agolpan en la mente girando como un inmenso remolino, es cuando te parece entender el significado de la eternidad. Cuando algo que te golpea y te atormenta incesantemente desde cualquier punto cardinal. Sencillamente, algo que no parece tener fin.

(Irene, sentándose en una butaca, después de haber retirado los paños de las butacas, la mesilla, la lámpara…y desdobla la alfombra).

I.- Supongo, que te habrás preguntado más de una vez, cual es el motivo de que me haya puesto en contacto contigo. De que, sin saber si mantenías esa llave, hubiésemos quedado aquí, sin apenas dejar entrever cual podría ser el motivo.

(Javier, se acerca a la mesilla, apaga el cigarrillo en un cenicero y se sienta en la otra butaca9.

J.-Efectivamente, han pasado por mi mente, todo un repertorio de causas, todas ellas válidas y la vez descabelladas, pero supongo que, entre todas ellas, alguna puede tener visos de lógica.

I.- Javier, Andrés me ha pedido que tuviese esta cita contigo. Al menos me lo ha sugerido

(La cara de Javier, se transforma; mil y una razones habían pasado efectivamente por su mente, pero por supuesto que aquella, nunca se le hubiese ocurrido).

J.- Explícate por favor.

I.- Mi relación con Andrés, nunca  se pareció a lo que hubo entre tú y yo. He aprendido a quererlo (aunque de otra manera totalmente distinta a como nos quisimos nosotros), a respetarlo; incluso a sentirme feliz en más de una ocasión a su lado. No voy a decir que llegué a olvidarte, o a echar de menos algunos de nuestros momentos más entrañables; pero aprendí a vivir de una manera diferente.

J.- Supongo que has tenido suerte; Andrés siempre fue una persona mucho más…Como te diría, más estable que yo, por decirlo de alguna manera; ese tipo de hombre, que a las mujeres les da esa confianza que en cierto modo necesitan, a la hora de establecer una relación estable, una familia. Aunque en esta  ocasión, vosotros no hayáis tenido hijos.

I.- Sí, él supuso para mí una estabilidad que en aquellos momentos necesitaba. Como supondrás, no fue todo un camino de rosas ni un comer perdices del cuento; pero, poco a poco, nos fuimos acomodando el uno al otro y mi vida se fue haciendo más sosegada; aprendí a disfrutar de cosas que entonces nos hubieran parecido ridículas y, de alguna manera, la desazón de nuestra separación se fue adormeciendo, como envolviéndose en esa niebla que a veces desciende de las cumbre escabrosas y llega al valle impregnándolo de quietud y tranquilidad.

J.- Me alegro de que haya sido así, pero todavía no me has aclarado nada sobre este encuentro. ¿Por qué Andrés te ha sugerido que te vieras conmigo?

(Irene retira su mirada de Javier, se gira en la butaca hacia el lado opuesto y con una voz serena, clara, atemperada; sin súplica ni dolor).

I.- Javier, Andrés se muere.

 

Se apagan las luces del escenario y el telón se cierra.

 

 

 

 

 

 

 

 

0 comentarios