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Taller Literario de Salinas

Jueves cine

 

 

 

Lascia ch´ io pianga

 

    Hans se había quitado los zapatos y tenía ambas manos, con los dedos extendidos, sobre los reposa-brazos que atrapaba con fruición. Cuando Farinelli ejecutó una de sus arias favoritas: “…sont qual nave ch´agitata…”, notó intensas vibraciones que penetraban por las finas yemas de sus dedos, y de allí se repartían armoniosas por todas y cada una de las células de su cuerpo, que también vibraban. Incluso se oía a sí mismo tararearla – tan, tan, tan, tan, tan, tan, taantannnn -. Su pierna, que al principio tocaba la de su compañero, se fue separando a medida que su percepción se iba individualizando.

    Se le había puesto “la piel de gallina”. Su espalda se arqueó ligeramente, como cuando, de bebé, su madre le cogía en su regazo. Su gesto era un dibujo perfecto de felicidad plena. Yno se dejaba distraer por los innumerables olores que le rodeaban: necesitaba concentrarse sobretodo en el tacto.

    Cuando cesaba la música, los reposa-brazos se mantenían en casi absoluta quietud. Aunque no del todo. Esa ínfima vibración le bastaba para saber que eran momentos de diálogo. Pero su corazón aún bombeaba la tensión de la ópera…¡Cómo lo saboreaba!

    Su acompañante le dio unos levísimos golpecillos en el antebrazo, señal de que la película había terminado, aunque él ya había notado una lejana ¿claridad? Se levantó y apoyó su mano con suavidad sobre el hombro de su guía que observó que la emoción, acuosa, se asomaba aún a los ojos de Hans. Cogió la palma de su mano y tecleó: “¿qué tal?”.  - Lascia ch´ io pianga – respondió Hans con dedos ligeros.

    Para este, la película aún continuaría un buen rato, primero durante el paseo que realizarían en completo silencio exterior, porque su profundo interior aún tenía mucho que digerir. Luego, durante la cena, apenas probaría bocado impaciente por acostarse y vibrar de nuevo sobre la almohada…y soñar. Sueños ricamente nutridos de su aguda percepción táctil.

    Cuando morimos, el oído es el último sentido que perdemos, el 1º es la vista. Así pues, Hans carecía del 1º y del último, pero no se sentía de ningún modo castrato porque los intermedios habitaban en él en demasía.

 

Bicha

 

(Aquel jueves, Hans había ido a ver “Farinelli Il Castrato”)

3 comentarios

jorgexx -

Siempre encuentro en los textos cosas nuevas, que me aportan más información. Al escribir, una parte de nosotros se vuelca en el texto. Leyendo el tuyo, queda claro que aportas una parte de tí, de tus esperiencias, de tus inquietudes, están ahí, latiendo debajo del texto.

Anónimo -

Seguro que no, y no por falta de sensibilidad, sino porque nuestros sentidos se desarrollan menos "estorbados por los otros".

elegantex -

todo un reto el tema que escogiste... después de leer tu texto escuché a Farinelli pero no sé si llegue a sentir tanto como Hans.