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Taller Literario de Salinas

El muerto...

El muerto...

 

El muerto que soñaba.

 

 

Soñaba que se encontraba dentro de un ataúd bajo la tierra fría y húmeda, sin lápida ni cemento alrededor;  -Qué curioso; no siento el frío, ni miedo, no experimento ninguna sensación de pánico que me haga huir de esta cárcel.

Una gran carcajada involuntaria salía de su garganta al comprobar el estado dramático de la situación en que se hallaba, pero a la vez, una paz extraña recorría su cuerpo transportándolo a la mismísima gloria. Una voz familiar le hizo aguzar el oído.

-¿Estás ahí abajo? Eres escoria y maldad ¡ojala te pudras en el infierno! Nunca más tendré que soportar tu tiranía, tus insultos y humillaciones. Ahí te quedarás eternamente. Escupió encima y, se fue.

Cada una de sus palabras hería su corazón al comprender lo fútil que había sido su vida y qué,  la realidad se imponía ¡estaba muerto! No importa; descorreré el velo de los misterios que tanto dolor me producía cuando mi cuerpo aún vibraba de vida. Luego levantaré la cortina y pasaré al otro lado.

 

Alquilaré una tumba,

para expiar mis pecados.

Sentiré la brisa pasar

sin rozar mi piel.

Me envolveré en la tierra

para luego, desaparecer.

 

 

 

Carmela.

 

3 comentarios

Xeres -

Me gusta mucho el poema final. Sobre todo "Me envolveré en la tierra
para luego, desaparecer".Creo que le quita dramatismo a la muerte y le da un sentido poético.

Dominique -

Sí, estoy totalmente de acuerdo con el comentario anterior y además me quedo con la frase "levantaré la cortina y pasaré al otro lado"... dicho así parece tan facíl...

Anónimo -

Creo que el poema final, es simplemente definitivo y le da categoría al resto.