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Taller Literario de Salinas

Pero... ¿aún no se murió?

No sabía nada, y me empeñaba en creer que el tiempo de los milagros crueles aún no había terminado.  Era un presentimiento que luego como pude comprobar se hizo realidad. A medida que me acercaba al hospital ese presentimiento de que seguía vivo se hacía cada vez más acusado. Era como si su voz metida en mi cerebro fuera diciéndome: “estoy vivo”, “todavía estoy vivo”, “tendrás que seguir aguantándome”…

                Tras media hora esperando en la sala el doctor me lo comunicó:

                 “Señora está usted de enhorabuena. Podemos decir que ha sido casi un milagro. A pesar de las lesiones que su marido ha sufrido en el cerebro sigue…

                No pude dejarle terminar. La ansiedad y el desasosiego me consumían. Y sin pensarlo ni medir el alcance de mis palabras le pregunté:

                Pero… ¿aún no se murió?

                A lo que el doctor, un tanto confundido por mi pregunta y no sin cierta ironía respondió:

                Pues no señora, lamento comunicarle que aún no se murió. De todas formas debemos esperar unas horas para confirmar si se muere o no se muere.

                Abatida me senté en la silla de la salita. No podía creérmelo. ¿Un milagro? ¡Pues vaya un milagro! Cuando le volvió a dar el ataque ayer por la noche, pensé que ya sería la definitiva. ¡Pero no! ¡Ale! ¡A seguir peleando con un pelele medio muerto! No, ahora será peor porque esta vez me llevaré a casa un muerto vivo o un vivo muerto, no sé exactamente como definirlo. Ocho años peleando con él. Dándole de comer, de beber, limpiándole las babas, las cacas y los meados… y esa mano que tenía un poco viva intentando cogerme y yo, apartándome y cuando nadie me veía poniendo cara de asco.

                Y aquí estoy deshojando la margarita, se muere, no se muere… se muere, no se muere… A veces, cuando la gente me pregunta no puedo remediarlo y contesto lo primero que se me viene a la cabeza, como ahora con el médico. Hará como un mes que me encontré a Rita por la calle y va y me dice que Antonio, el hermano de su marido, se murió de repente. Yo sin más voy y le contesto:

                ¡Pues mira tú que desgracia con lo bien que estaba Antonio! Y éste (por mi marido) ¡ya ves!, ¡hecho una calamidad y aquí aguantando!

                 No hace ni una semana que me crucé con Paquita en el parque y la pregunta de siempre, que a veces pienso que lo hacen con recochineo:

                ¿Qué tal Adela?, ¿sacando a pasear a Eusebio?, ¿cómo está hoy? Parece que tiene mejor color.

                De la rabia doy un empujón a la silla de ruedas y Eusebio, a consecuencia del impulso queda doblado por la cintura y con la cabeza colgando.

                Pues ya ves hija, como siempre dando guerra, ¡que esto parece que no se va a acabar nunca! –le contesto mientras enderezo a Eusebio en la silla-

                Luego me quedo pensando muerta de rabia lo morena que está de tanto viaje a Benidorm y venga ir de aquí para allá con el Imserso. ¡Con la ilusión que tenía yo! Y mira lo que me toca…

                 Lo peor de todo es que yo nunca lo quise. A mí, el que de verdad me gustaba era Vicente. Tantos años juntos y va y me deja por una más rica, más fea, eso sí, pero más rica. Y es que a Vicente, siempre le gustó mucho el dinero y la buena vida. Así que Eusebio fue como un saldo porque, entradita en años, no me quedó más remedio que agarrarme a lo primero que se me presentara. El pobre siempre había estado enamorado de mí  y ahí lo tenía, esperándome. Al final no nos fue tan mal porque como a mí siempre me gustó mandar y él de tan apocado y corto casi ni hablaba, pues nos compenetrábamos bien. Hasta que le vino el pampurrio que lo dejó en una silla de ruedas. Yo creo que ahora me odia porque se dio cuenta de que nunca lo quise. Me lo dicen sus ojos y esa mano suya medio viva que intenta cogerme. Todo esto lo aguanto por mis hijos y por el qué dirán que sino donde estaba yo. ¡Vamos! Tomando el sol en Benidorm como Paquita.

                ¡Ay! ¡Por dios! ¡Qué aburrimiento!, estoy harta de esperar y de dar vueltas a la cabeza. ¡Por fin!, ahí viene el doctor. Volveré a preguntarle:

                ¡Doctor!, ¡doctor! Pero… ¿aún no se murió?

 

Xeres

5 comentarios

sandex -

pienso que todavía podria ser peor,Eusebio podría ser para ella exactamente igual, pero no necesitar la silla

sigo sin saber quien soy -

Muy cruel pero muy real.seguro que esa situación ae ha dado y dará muchas veces.

MEX -

!Qué real y qué macabro al mismo tiempo¡

elegantex -

¡Vaya con Adela!... creo que sea lo que sea el desenlace, ni Benidorm , ni nadie, ni nada, podrá liberar a Adela de tanta amargura...¡muy bueno!

Bordex -

Ahora quedo intrigada ¿murio? o sigue dando la lata?. Supongo que escribirás el siguiente capitulo