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Taller Literario de Salinas

Si la luna se fuera del cielo

Si la luna se fuera del cielo, ¿estaría el mar tan enfadado?

 

El velero salió del puerto al anochecer. La luna llena también salía en ese momento,  una luna enorme que alumbraba el camino en la ría. Al cruzar la bocana todo cambio. Empezó a sentirse las rachas de viento que empujaba al velero. Había un violento mar de fondo, crujía el maderamen del barco, una fuerte corriente nos empujaba al oeste, los enormes trenes de olas, grandes burros de agua se sucedían uno detrás del otro sin cesar, el velero subía la cuesta y descendía rápidamente del otro lado. Íbamos en zigzag, sacudiéndonos de un lado a otro, un sube y baja como en una montaña rusa.

 

El capitán nos había informado al llegar al puerto que no había peligro, pero se sentía en el ambiente, el mar furioso golpeaba el malecón y pasaba por encima, no habían permitido la salida de yates y embarcaciones de fondo plano, podían volcar en un descuido. Un velero no se voltea nos había explicado el capitán, tenemos permiso de la capitanía de puerto para zarpar. Y así lo hicimos zarpamos al anochecer coincidiendo con la salida de la luna que llenaba todo el océano con su luz.

 

Era mi primer viaje en velero y además de noche, era escalofriante todo el velero se sacudía, se sentía el esfuerzo en las subidas y la liberación corriendo cuesta abajo al terminar de subir, al llegar abajo de nuevo se iniciaba otra subida, las diferencias de nivel eran mayores de ocho metros. ¿Por qué se enfadaba el mar?, Si la luna se perdiera del cielo, quizás el mar se calmaría, pensé agarrándome con fuerza del mamparo de babor.

 

El capitán desde el timón dirigía el velero conversando como si no pasara nada. Una ola golpeó la amura de babor y nos llenó la cabina de agua salada y fría. El capitán amarró el timón y bajo al camarote, volviendo en un minuto con bañador y continuo la conversación diciendo así estamos mejor  y no nos importará mojarnos. Nos recomendó hacer lo mismo. Y siguió como si nada hubiera pasado.

 

Ya en bañador al cabo de una hora larga, logre calmarme y asomado a la barandilla, la luz de la luna me permitía ver los trenes de olas que se acercaban lentamente desde el nordeste, y pude empezar a admirar el espectáculo que se me ofrecía: un cielo estrellado inmenso, un mar oscuro, enorme y crispado, pude sentir el ruido de las olas y el viento empujando al velero. Seguía siendo impresionante pero a la vez era hermoso. La imagen era grandiosa.

 

Ojala pudiera describir lo que sentí en las siguientes ocho horas que duró la travesía, horas de lucha contra el mar enfadado, bueno realmente quien tuvo que luchar fue el capitán que tenía que soportar la arremetida de las olas y la corriente, para mantener el timón y no perder el rumbo. Yo estaba, sujeto al mamparo y a la barandilla disfrutando del espectáculo gratuito de luz y sonido que me regalaban un océano inmenso, un cielo estrellado y una luna redonda grandota riéndose del mar enfadado.

 

Bulldox

1 comentario

elegantex -

¡no falta ni un detalle como buen reportero que eres!"espectáculo gratuito de luz y sonido que me regalaban un océano inmenso"... ¡y pagamos tanto para espectáculos anodinos!... no hay quien nos entienda....