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Taller Literario de Salinas

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La promesa

Con un cochecito en cada mano el niño corretea alrededor del grupo de turistas. Algunas frases del guía llaman su atención:

-- Observen a la derecha el friso de los capiteles con leones alados y arpías con cola de serpiente…

Pero después de un ligero intentó por acertar a ver lo que señala el guía, sigue con su juego; su Alfa Romeo corre a toda velocidad por las paredes de los muros de la iglesia hasta que, en una de las piedras, la marca trapezoidal de un cantero de hace más de 800 años obliga al bólido a parar en seco.

--Brum, brum… mira mamá aquí hay un dibujo… brum, brum… es un bache…brum, brum…y sigue con su carrera.

A la derecha de la iglesia se encuentra el monasterio con su claustro. El niño deja de correr y se asoma a este espacio lleno de silencio y misterio; oye unos cánticos, se deja guiar por las voces que acarician el silencio. Antes, ha guardado sus dos cochecitos en sus bolsillos, y ahora anda a pasitos mesurado hasta llegar a una sala inmensa, oscura y fría. Al fondo, un espacio cálido de maderas enceradas y luz tenue le invita a seguir… pero, una inmensa cristalera le corta el camino. Ahí, detrás del cristal, deciocho mujeres con largas ropas blancas y negras cantan cosas que el niño no entiende; con la nariz pegada al cristal las observa.

--¡Guillermo!... por fin te encuentro.

--Mamá ¿qué hacen? ¿por qué están detrás de un cristal?

La madre duda unos segundos:

--Son mujeres que han hecho una promesa…

--¿Como yo cuando te prometo que ya no voy a portarme mal?  interrumpe el hijo,

y sin esperar respuesta ya sale corriendo hacía la luz y el calor del atrio.

--Brum,brum…

Contra la cristalera, las marca de los dedos del niño, como señales de un imposible paso abierto.

 

La promesa

 

Leones alados,

arpías de cola de serpiente,

el niño se ríe,

el niño corre.

 

El claustro,

con su luz,

con su voz caricia de silencio,

le arropa.

El niño se duerme

El niño sueña.

 

En su sueño:

una inmensa cristalera,

dieciocho pingüinos en una banquisa a la deriva,

tres velas ondeantes

en un viento de promesa.

-¡Pasen y vean!

El niño mira.

 

En la piedra

el cincel del cantero.

En el cristal los dedos del niño.

Imposibles pasos abiertos.

El niño se va.                                     Dominique

3 comentarios

Pepa -

En cuanto empezaste a leer el relato, no me quite en ningún momento de la cabeza a "El principe Destronado". No está nada mal recordar a Delibes...
Me ha encantado.

Mercedes -

El poema cobra todo su sentido depués de leído el relato y sin embargo parece diferente: "El niño se duerme", "El niño sueña"... (Como si fuera un sueño)

Carmela -

Misterios sin resolver...