Blogia
Taller Literario de Salinas

Juego macabro (relato)

Al oír el eco de su propia voz en aquella esquina:

--Una ayuda por favor, se sobresaltó.

Sin embargo, después de haber repetido la frase una y otra vez, tuvo la extraña sensación que aquellas cuatro palabras que tanto le había costado pronunciar al principio, iban perdiendo consistencia a fuerza de ser dichas, como un globo desinflándose, hasta quedar en nada. Cada tres segundos  siguió pues salmodiando su petición de ayuda; ya no le costaba hacerlo, era una frase hueca, absurda, que no pesaba más que el silencio. Vaciar las palabras de su contenido… eso había conseguido y, aunque resultara ser un juego peligroso, decidió intentar hacer lo mismo con su entorno incluyendo a  cosas y gente. La técnica era algo diferente; ya no se trataba de repetir nada, sólo de observar, observar las cosas y a los demás  fuera del contexto que los justifica y los salva de lo absurdo. Aquella esquina con tanto tránsito de gente corriendo de acá para allá, como huyendo de no se sabía qué espanto,  era el sitio idóneo para tal propósito, asi es que no tardó en logarlo y eso, sin dejar de lanzar al aire, cada tres segundos, su monótono canto:

--Una ayuda por favor.

 Entre tanto la primavera había llegado en la esquina y, aunque nada hubiera cambiando ni en la vestimenta, ni en la rutina del indigente, ya nada iba a ser igual: estaba listo para la gran final, para jugar con su propia vida, vaciándola de lo poco que aún la salvaba de lo absurdo. Y a la primera lo consiguió. La esquina quedó muda y vacía.

 

Aquella misma mañana de esquina muda y vacía, nadie pareció echar de menos al pedigüeño, salvo tal vez una de las vendedoras de la tienda más próxima que, como cada día a eso de las 11, salió a fumar a la calle… tenía comprobado que mientras ella lanzaba al aire sus veinte bocanadas de  humo de cigarrillo, el hombre lanzaba sus cuarentas súplicas. Al reincorporarse al trabajo preguntó por él a su compañera:

--Por cierto ¿sabes algo de aquel hombre que se pasaba horas y horas en la esquina pidiendo?... es extraño, me ha parecido oír su cantinela pero no le veo por ningún lado.

--Se habrá esfumado, contestó la compañera.

 Y sin más, las dos reemprendieron su trabajo.                Dominique

2 comentarios

Mercedes -

Vaciarse. Mirarlo todo desde el otro lado. Desaparecer,y que los demás no lo perciban. Estaría bien..., si se pudiera.

carmela -

Me gusta mucho, pero no es un poema, lulu...