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Taller Literario de Salinas

Esos graciosos...

Esos graciosos...

Esos                            graciosos…

 

La bacinilla no estaba debajo de la cama y el abuelo la necesitaba constantemente.

Hacía tres años que se había quedado impedido por una lenta enfermedad que había dejado inmovilizado parte de su cuerpo. Por comodidad, mi madre había comprado tal cacharro que yo no podía soportar.

La pobre se volvía loca buscando la bacinilla que mi abuelo pedía, desesperado, y todos en casa corríamos de un lado a otro en busca del maldito artilugio.

Por el rabillo del ojo, un movimiento casi imperceptible me hizo girar la cabeza; dos pequeñas sombras grises y peludas me miraban desde un rincón... del susto casi me muero; allí estaba la bacinilla, reluciente después que mi madre se dedicará a sacarle brillo, como hacía siempre después de su uso.

Pero en ese momento había algo en ella: dos pequeños roedores me miraban como dueños de aquello, con sus ojos saltones y decididos; algo me decía que sería difícil quitarles la bacinilla convertida ahora en su hogar. Riendo a carcajadas me encontró mi madre. Aquel dia por fin me había librado de la bacinilla, el día siguiente … sería otro día…

Vero.

1 comentario

Anónimo -

simpático