HUÍDO DE LA SOLEDAD
BUSCABA UN LUGAR TRANQUILO PARA MORIR, y así, llegó un buen día hasta aquí, Manhattan, el paraíso del ruido y de la vorágine. Al principio, cuando lo conocí y me dijo esta frase, no me atreví a preguntarle más, me pareció un loco o algo así; hoy, después de tres años y tres meses de amistad, éramos cientos, los que reunidos en el cementerio le rendíamos el último y triste, muy triste, adiós.
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Anónimo -