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Taller Literario de Salinas

Raquel

 Parecía que no acababa nunca, pero sólo duró unos minutos…

Unos minutos de lenta agonía, tan intensos y largos como la vida. Intenta recordar qué ha pasado, en qué momento todo se volvió oscuridad. ¿Dónde están los demás? ¿Por qué nadie dice nada? Intenta moverse, pero le duele tanto… Quiere hablar, pero las palabras se secan en su boca. ¿Dónde está ella? ¿ Dónde está la mujer que un día le robó el alma?… ¡Tantos años de felicidad juntos, colmados con el nacimiento de su pequeño de pelo azabache! La llama, pero no oye nada, sólo esas extrañas voces pidiendo ayuda… sirenas de policía, de ambulancias…  los sonidos, masa amorfa, se confunden en su cabeza.

Ahora le sacan del amasijo de hierros en que se ha convertido el coche. Ya no siente dolor, no siente nada… corren… de nuevo la luz, una luz fluorescente que le daña los ojos. Pero ya nada se puede hacer por él; se va pensando en ella, con una sonrisa en los labios y susurrando su nombre:

--Raquel, Raquel…

Le cierran los ojos. Alguien pregunta por la mujer cuyo nombre susurró el hombre antes de morir.

--Para ella también todo se ha acabado hace rato, le contesta otro.

Apagan la luz. Cierran la puerta. 

1 comentario

Anónimo -

¡ojalá todos tengamos un nombre que murmurar! ¡ojalá alguien murmure el nuestro!...