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Taller Literario de Salinas

Las espinas...

Las espinas...

Las espinas de la sonrisa.

 

Se despertó sudando, sudor frío y desagradable…

No tengo ninguna razón para levantarme. Me gustaría dormir eternamente y sentir flotar mí cuerpo, tan pesado, tan dolorido y, por una vez, sólo una vez más, ser ágil como una pluma cual viento eleva, transportándola suavemente al infinito. La sensación de vivir todas las emociones que el tiempo poco a poco y con tanta premura, sin pudor, sin darme tregua, se fue llevando dejándome languideciendo.

Como a la juventud, a la rosa se le otorga esa belleza única que todos admiran; pero tampoco a ella se le perdona, y sus pétalos aterciopelados, suaves… se van desprendiendo de su cuerpo hasta dejarla desnuda. Ya no interesa, no es bella, ya no queda bien en un jarrón, ya nadie la admira…

Entonces muere.

 

 

Bordex.

2 comentarios

Bordex. -

Me gusta el análisis tan minucioso que haces y !tienes razón!Cuando alguien lo dice, una se fija más en las cosas. Gracias

elegantex -

Me encanta el título de tu texto... la comparación de la belleza tan efímera de la rosa con la de la juventud cautiva siempre... sin embargo la frase inicial del sudor (y en primera persona) parece desentonar un poco... creo también que el formato "poema" hubiese sido más adecuado para tu relato, suprimiendo de paso algunos gerundios(transportándola,dejándome,desprediendo,languideciendo)que le restan ligereza... justo lo que tú dices anhelar