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Taller Literario de Salinas

Como pasar de paciente a cliente

Como pasar de paciente a cliente

Era la primera vez que iba al dentista en Asturias y aunque ya tenía una experiencia muy larga en estos menesteres me sentía nervioso. Había pedido una cita para reparar una amalgama caída que realmente me incomodaba cada vez que comía dejándome algún residuo de comida entre las muelas.

Me había indicado la chica de la recepción que llegara temprano si no quería esperar mucho y me dio cita a las diez de la mañana de un martes próximo. Con esa explicación y sabiendo que me molesta que me hagan esperar en la consulta de un medico, me presente a las nueve y media. Fui el primero en llegar, la chica muy amablemente me dijo que me sentara en la sala de espera, prevenido como siempre me llevé un libro que estaba muy interesante y faltaba poco para terminarlo, y así me distraje leyendo, solo interrumpido por los buenos días de algún otro paciente también citado a la misma hora. En un determinado momento que vi el reloj eran las diez y cinco minutos y éramos siete en la sala de espera. Tratando de no cabrearme seguí leyendo, pero pensando que era un error citar a tanta gente a la misma hora, me harían esperar a mí, o tendrían ellos que esperar varias horas para ser atendidos; si era solo un dentista que atendía a tantos pacientes. Me decidí a preguntar en la primera oportunidad cuantos dentistas atendían a los pacientes. Pero la duda que realmente me asaltaba era si me llamarían de primero, por orden de llegada o por otros criterios. En eso estaba, leyendo y no leyendo por los pensamientos que se me atravesaban y no me dejaban leer, cuando de repente se abrió la puerta y una chica morena en bata blanca dijo Gregorio, Michael, Laura y Maritza síganme.

Nos levantamos cuatro personas y la seguimos por un pasillo, ella al llegar al fondo empezó a repartirnos en cuatro puertas distintas y me dijo: “Tu, mi amor, en esta sala”, abrió una puerta a mi izquierda y me introdujo en un habitación que tenía una silla odontológica y su instrumental correspondiente, al cabo de unos segundos se asomó de nuevo en la puerta y me dijo:

-        “siéntate mi vida, por favor” y volvió a salir.

 

La silla miraba a la pared de espalda a la puerta. Volvió unos minutos después y me puso un babero,  me volvió a decir algo que incluía “mi amor” y se volvió a ir. Yo trataba de quedarme quieto y tranquilo viendo al techo, a las paredes llenas de diplomas médicos y el instrumental de torturas que estaba al lado de la silla donde estaba sentado, que tenía jeringas, taladros y brocas de todos los tamaños. En ese momento entró alguien y una voz de hombre me habló desde atrás y me pregunto: ¿Qué lo trae por aquí?, dio la vuelta y se sentó en un taburete al lado de mi silla, era un paisano de bata verde con lentes, le expliqué que era una amalgama, esas modernas, de resinas, que se me había caído.

-       ¿Le duele?

-       No, solo que se llena de residuos de comida y es una molestia.

-       Bueno, vamos a ver y me abrió la boca mientras simultáneamente mi silla se reclinaba hasta quedar prácticamente acostado a su lado.

 

Después de revisar un poco tomo una jeringa y me dijo:

-       Abra la boca y me inyectó, muy suavemente, realmente no lo sentí, o quizás también fue porque en ese momento entró de nuevo la chica morena guapa, que esta vez no me dijo nada, pero recibió instrucciones del paisano de verde mientras me inyectaba.

 

Se fueron los dos y me dejaron esperando unos, quizás diez minutos o más, realmente no vi el reloj, pero se me hizo eterno esperando a la chica guapa o al paisano de verde, repasé todos los cuadros y diplomas, cambié de posición los pies varias veces, me quité y me puse los lentes otras tantas veces, sentía que se me dormía la lengua y una mejilla, ya no sentía el hueco en el diente. Al cabo de varios minutos entró el paisano de verde y dijo:

-       Bueno, acomodemos esta amalgama

Entró la guapa morena y entre los dos empezaron a manipularme la boca, con un taladro el paisano y con un succionador ella. Yo con la boca abierta, a veces con la mano del paisano en mi nariz o la de la morena guapa en mi boca, no podía ver lo que pasaba y tragaba con cuidado de vez en cuando. Entró una persona a preguntarle al paisano algo relacionado con papeleo administrativo mientras el mantenía su mano en mi boca y la chica el succionador. Al cabo de un tiempo resolvieron el problema y el de la bata verde, sin sacar la mano de mi boca continuó con su trabajo. El paisano por fin soltó el taladro, cogió algo mas, como una brochita, luego una inyectadora o un instrumento similar que no pude distinguir, la chica además del succionador tenía algo parecido a una pistola extraña y entre los dos siguieron unos minutos haciendo cosas en mi boca hasta que ella soltando la pistola y mi boca y el soltando las pinzas y mi nariz me dijo:

-       Muerda suavemente

-       Mordí y espere.

Volvió con el taladro y ella con el succionador y de nuevo muerda suave.

Y vuelta al taladro y vuelta a morder y después de varias veces me dijo:

-       ¿Ahora qué tal? ¿Cómo lo siente?

-       Yo le dije bien.

Y mi silla inmediatamente se empezó a enderezar, separaron el instrumental de tortura, sin darme cuenta la chica me quitó el babero y el paisano me dijo:

-        bueno ya está listo le recomiendo una revisión anual.

Me dio la mano y se fue.

La morena guapa después de decirme mi amor me hizo seguirla a la recepción donde habló con la recepcionista, se volteó me dijo hasta luego mi vida o mi amor, ya no estoy seguro y se fue por el pasillo a atender a otro de sus amores.

La chica de la recepción me cobró 55 euros y me preguntó si quería una factura.

En la calle con el frio matutino y con la boca dormida mi fui soñando con la morena guapa a mi casa.

 

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