Montaña Prohibida (según el poema de J. Marta Sosa)
Montaña prohibida
Todo lo apetecible, lo interesante de este mundo está en alto.
Érase una niña que se llamaba Verónica. Con menos de cinco años Vero ya sabía aquella gran verdad y, en cuanto podía, se subía a un taburete para alcanzar la caja de bombones que su madre tenía a salvo detrás de una vajilla sin estrenar, o las revistas esas raras de chicas sin ropa que tanto parecía gustarle a su hermano mayor…le encantaba hacerle rabiar.
Vero creció y su afán por llegar a lo inalcanzable creció con ella. Un día al volver del colegio se encontró con una I. A Vero las I no le caían muy bien con aquel ridículo tocado pero, bien mirado, subida en una I algo más podría vislumbrar… asi es que trepó por la letra que empezó entonces a lanzar agudos “ies” de queja; sintiendo las miradas de reproche de la gente que pasaba por ahí Vero decidió llevarse la quejica a casa, guardarla en una caja de hojalata donde almacenaba otros tesoros, e intentarlo de nuevo más adelante.
De la O que se encontró al poco, mejor no hablar… como un perro queriendo atraparse el rabo Vero dio vueltas y vueltas subida en la O hasta que, agotada y algo avergonzada, lo dejo por imposible.
Unos años más tardes volviendo del instituto, se encontró con una N junto a una M… A Vero le encantaba esas dos letras cuando, despojadas de sus trajes almidonados de los domingos, se volvían entonces tan mullidas como nubes y divertidas como montañas rusas; decidió montarse a lomo de esas dos juguetonas casi gemelas, y se lo estuvo pasando en grande hasta que, de tanto subir y bajar, mareada, se vio obligada a dejar aquel mágico tobogán; junto a las demás, las dos letras fueron a parar a la caja de hojalata Luego llegaron años de mucho ajetreo para Vero; si bien tropezó con la R que cierra amor , la T que abre tentación, la dulce Lde libar o la amarga de lamentar otra I, la de imprudencia esta vez, dos D, la de deseo y la de dar, y dos A, las dos de acumular, no tuvo realmente tiempo para hacerles mucho caso y, sin más miramiento, las dejo todas olvidadas en la famosa caja.
-- Cadena perpetua, murmuró.
Pero, en aquel preciso instante irrumpió su nieta, sin llamar a la puerta, como siempre lo hacía.
--¿Abuela que haces? te estaba buscando…. uaaah…¡que bonitas letras! …yo también tengo dos en una caja pero tu tienes muchas … mira, hasta las tienes “repes” …y sin más, se llevó las dos primeras dejando a Vero de nuevo a solas con su MORTALIDAD… ¿y ahora qué? pensó Vero. Dominique
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