Y más allá hacia las montañas
Miraba hacia el suelo con los ojos extraviados, era la primera vez que lo veía, a pesar de haber convivido con el más de siete años. Aparecía ya en sus primeros recuerdos, compañero en noches de lluvia y tardes de verano sesteadas al sol. Reconocía su olor a cuero viejo y sudado que le acompañaba fiel día y noche desde que tenía memoria. Y ahora, de pronto, después del infinitos saltos, yacía a sus pies sucio, cuarteado y descolorido, como la peladura de una fruta desconocida.
Tomás lo observaba desde la ventana, en un principio pensó en salir corriendo dando gritos con la esperanza de que se acobardara y así, poderlo encadenar de nuevo. Pero no lo hizo, esperó a que él tomara su propia decisión. Charlie olisqueaba el collar roto en el suelo, incrédulo, luego giró la cabeza y miró hacia la ventana desde la que le vigilaba su dueño. Levantó el hocico venteando la brisa procedente del bosque y se giró. Echó un vistazo a la estaca de hierro clavada en el suelo y a su caseta azul y verde, su mundo diminuto en comparación con los árboles que se adivinaban al final del valle. Cogió carrerilla y saltó por encima de la cerca perdiéndose finalmente en el recodo del camino de tierra que llevaba hacia el castañar, y más allá… hacia las montañas.
Alfonso
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Dominique -